semillas del futuro

Educación Espírita Infancia, Juventud y Familia C.E. León Denis

En la preparación de un nuevo Mundo

Todos sienten la necesidad de educar a las nuevas generaciones dentro de patrones más humanos y de ideas más espiritualizadas sin atinar, todavía, con el modo de proceder. No son pocos los que se unirían a un programa que se propusiese iluminar la educación con conceptos más dilatados que sobrepasen, inclusive, los limites de la vida física. Hay una consciencia instintiva alertándonos sobre nuevos rumbos en lo tocante a nuestra preparación a la vida. Y en esa relación de criaturas, que así piensan, no figuran solamente los espíritas, sino también los seguidores de otras corrientes religiosas o filosóficas, inconformes con el inmediatismo de la educación moderna, cuyos horizontes están cada vez más limitados.

Ya Rousseau y Pestalozzi propugnaban por una revolución conceptual y metodológica de la Educación a través de sus conceptos y métodos educativos, capacitando a los educadores para ejercer cambios fundamentales en la sociedad de la cual participasen. La prueba de ello fue la influencia que Pestalozzi ejerció en la formación intelectual y moral de H. L. Denizard Rivail que, gracias, en gran parte, a esa formación, se convirtió en el Codificador de la Doctrina de los Espíritus, obra gigantesca de la cual el Mundo todavía no se dio cuenta.

Otros educadores, más recientes, sintieron la misma necesidad no sólo de humanizar la Educación, en el sentido del respeto a las potencialidades de cada uno, sino también la de reconocerle la importancia como guía de formación de los individuos y de las naciones y responsable del progreso intelectual, moral y espiritual de los pueblos. Entre esos, recordaremos las figuras de Dewey, en los Estados Unidos, de George Kerchensteiner, en Alemania, de Maria Montessori, en Italia, de Hubert, en Francia, de Piaget, los cuales, no obstante no esposaron las ideas espíritas, prestaron relevantes servicios a la causa de la educación por poseer y difundir conceptos más amplios sobre la naturaleza del hombre y sobre sus necesidades educativas.

En el entendimiento de esos y de otros Espíritus esclarecidos, no hay como confundir Instrucción con Educación: la primera se reporta al proceso de transmisión del conocimiento o de la información y la segunda, que engloba a la primera, va más lejos, pues trata de la edificación moral y espiritual del hombre, abrazando el vasto campo de su formación integral.

Allan Kardec, con el Espiritismo, trajo esclarecimientos decisivos al magno problema de la Educación al definir al hombre como un espíritu reencarnado, viajero milenario de los caminos del Mundo físico, en busca de su perfeccionamiento. La Doctrina Espírita clasifica ese mundo como una gran escuela que conlleva otras tantas escuelas con variadas especializaciones, atendiendo a necesidades, intereses y capacidades peculiares a sus diversos frecuentadores. Esclarece, aún, que el hombre no puede ser educado para la vida que comienza en la cuna y termina en la tumba, y que los valores,  a imperar en su educación, deben transcender los limites de la vida física para que realmente tenga éxito su experiencia terrenal. Ahí está la concepción espírita del hombre para influir en los conceptos y en los métodos de la Educación.

Por eso Emmanuel, en el prefacio del libro “Misioneros de la Luz”, nos dice: “Al Espiritismo cristiano cabe, actualmente, en el mundo, grandiosa y sublime tarea. No basta definirle las características venerables de Consolador de la Humanidad, es preciso también revelarle la característica de Movimiento libertador de conciencias y corazones.”

Efectivamente, el Espiritismo tiene una característica eminentemente educativa por el hecho de liberar conciencias y mejorar sentimientos de acuerdo con el propio concepto que hace de la Educación como proceso de formación moral y espiritual del hombre (Espíritu eterno).

Nos alerta, todavía, Allan Kardec, cuando afirma: “Él (el Espiritismo) ya prueba su eficacia de la forma más racional porque los niños son educados en las familias verdaderamente espíritas.” (“Revista Espírita” de febrero de 1864, página 40 de la traducción de la Edicei.)

Es que las nuevas generaciones, educadas de forma más racional, según las palabras del maestro lionés, recibirán los más importantes esclarecimientos en relación a su origen y a su destino, a su pasado y a su futuro, esclarecimientos esos capaces de alterarles fundamentalmente el rumbo de la experiencia física.

Cuando todos los hombres de la Tierra sepan que son Espíritus eternos, habitando temporalmente un cuerpo de carne; que el alma, en cualquier parte, recibe de acuerdo con sus creaciones individuales; que la siembra de amor u odio origina siempre una cosecha de paz o de sufrimiento; que nadie puede ser feliz solo y que, en consecuencia, el egoísmo es el mayor enemigo de la felicidad; que la reencarnación es orientada en el sentido de proporcionarles los recursos educativos que les son necesarios y que, más allá de la tumba, el Espíritu continua trabajando, aprendiendo y perfeccionándose, entonces si, el Espiritismo habrá cumplido su misión de libertador de conciencias y de corazones.

Gracias a esos conocimientos, las palabras de Jesús, suaves pero incisivas, en el Sermón de la Montaña,  suenan, ahora, de forma más inteligible a nuestros oídos:

“Bienaventurados los humildes de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos” — es decir, exitosos, en la experiencia terrenal, los que cultivan la humildad por los beneficios que esa sublime virtud proporciona a su progreso espiritual, impulsándoles los pasos para la conquista del Cielo que simboliza toda la perfección de que son susceptibles.

“Bienaventurados los mansos porque heredaran la tierra” — exitosos en su esfuerzo evolutivo todos aquellos que usan la paciencia, la dulzura, la afabilidad en los embates y en las dificultades de la vida terrenal, que tienen por característica personal la mansedumbre, sin prejudicio de la firmeza de convicciones, porque bien temprano alcanzarán los planos más elevados del Espíritu.

“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque serán hartos” — exitosos los que procuran, con empeño, aprender el sentido de Justicia Divina que concede a cada uno conforme sus necesidades y merecimientos.

“Bienaventurados los misericordiosos porque alcanzarán misericordia” — exitosos, en los caminos difíciles del mundo, todos los que, reconociendo sus propias dificultades, sus defectos y deficiencias, sus faltas grandes o pequeñas desarrollan sentimientos de comprensión, de solidaridad, de méritos, enseñando sin censurar y granjeando para si mismos el retorno de esos sentimientos en la larga caminata por las estradas pedregosas de la evolución espiritual.

“Bienaventurados los limpios de corazón porque verán a Dios” — exitosos en la conquista de los dones espirituales todas las criaturas en cuyos corazones sólo prosperan sentimientos superiores, pues fácil se les tornará la caminada hacia Dios. Y prosigue el Divino Maestro en sus enseñanzas, cuya grandeza muchos de nosotros no tenemos, por el momento, condición de entender, llamando la atención hacia la responsabilidad de los individuos en la conquista de la propia felicidad — “A cada uno según sus obras”.

Y por comprender tan bien el mensaje del Cristo, es que Allan Kardec, notable profesor e inolvidable Codificador de la Doctrina Espírita, en comentarios en el Capítulo XIII, de “El Evangelio según el Espiritismo”, afirma: “El Espiritismo no instituye ninguna nueva moral, apenas facilita a los hombres la inteligencia y la práctica de la del Cristo, fomentando fe inquebrantable y esclarecida a los que dudan o vacilan”.

Tan extraordinario programa educativo, tan elevados conceptos sobre las reales necesidades del Espíritu, a camino del progreso, forman los principios y los fines de la evangelización espírita.

Es verdad que la mayoría todavía no se sensibilizó de la importancia de esa tarea que sólo el tiempo podrá evidenciar mejor. El camino y el programa, entretanto, están trazados hace mucho tiempo por el Cristo y repetidos por el Espiritismo.

La evangelización espírita contribuirá, fuera de duda, para la formación de un mundo en el cual la fraternidad dejará de ser un ideal a alcanzar para ser una realidad constante en la relación entre individuos y pueblos.

¿Habrá un programa mejor que ese?

Quien lo posea que lo presente, porque es sabido que de la buena relación de los individuos, de la perfecta armonía de las relaciones sociales, que el Evangelio y el Espiritismo preconizan, surgirán las grandes conquistas del Espíritu humano en los más vastos campos de la vida, sin lágrimas, sin opresiones, sin discriminaciones, sin privilegios, como, todavía, suele ocurrir en el mundo actual.

 Reformador, Julio de 1985

Adaptación: Claudia Werdine

Traducción: Johnny M. Moix

 

 

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La familia de los punteros

El señor Onofre era el relojero conceptuado en la ciudad, inventor creativo, atendía a numerosos pedidos de arreglos de relojes, principalmente de relojes de pared, su especialidad.

Había uno, no obstante, el gran reloj de  cuco, que no estaba a venta, pues el señor Onofre tenía gran estima a la familia de punteros que trabajaba en él.

Era llamado el gran reloj de cuco porque al llegar el mediodía, salía de dentro de él, a través de una pequeña portezuela, un pajarillo cantando: ¡Cuco! ¡Cuco! Era el Cuco Cauby.

La familia de punteros, amigos de Cauby, dividían la importante tarea de marcar el tiempo de la siguiente manera:

El señor Veloz, muy espigado, paseaba rápido por el reloj, indicando los segundos.

Su esposa, doña Paciencia, no tan espigada ni ágil como su marido, mostraba los minutos, dando un paso adelante toda las veces que el señor Veloz la adelantaba.

Horacio, el hijo del matrimonio, por su parte, debía contribuir a la labor de los padres, señalando las horas muy despacio.

Pero había un gran problema.

Horacio era poco prestativo. No dejaba el número 12, por eso siempre que la familia se encontraba, el reloj marcaba el medio día, hora de la comida, fiesta para todos, porque el Cuco Cauby surgía llamando:

-¡Cuco! ¡Cuco! ¡Cuco!…

Doña Paciencia, muy amorosa, llamó la atención a su hijo:

-Horacio, tienes que trabajar, contribuir para demostrar tu gratitud al gran Cuco que nos acoge en su casa.

-¡Ah, mami! –contestó, perezoso.- ¿Para qué moverme? Vosotros ya hacéis lo suficiente por mí y por vosotros. Además, es bueno quedarse quieto, la hora de comer llega más rápido.

-¡No, hijo mío! –observó doña Paciencia.- No basta desear simplemente que sea la hora de la comida, el señor Onofre sabe cuánto tarda en llegar.

-¡Claro que no! Somos nosotros los que se la enseñamos.

Y, aunque su madre le alertase de la importancia de su colaboración, Horacio evitaba hacer su parte, prefiriendo quedar ocioso, viendo a sus padres trabajar y trabajar…

Aún así, el señor Onofre percibió que algo extraño ocurría. ¿Por qué el Cuco Cauby estaba cantando antes de la hora?

Cogió el reloj, buscó el defecto y comprobó que era el pequeño puntero de las horas –Horacio, el causador de la confusión.

Entristecido, se vio forzado a desmontar al gran reloj que, si estaba estropeado, solo le causaría contratiempos.

Aprovechó las piezas perfectas para la fabricación de un nuevo modelo, quedando Horacio, el único que no colaboraba, olvidado en la estructura del antiguo reloj.

Pronto la soledad hizo de Horacio un punterito triste.

-¡Ah! Si pudiese revivir la alegría de las horas…. ¿Pero solo? ¡Imposible!

Cauby, el señor Veloz y doña Paciencia continuaron en el cumplimiento de la tarea que tenían, ahora en otra máquina.

El señor Onofre, notando la falta de entusiasmo del canto del Cuco Cauby y el desánimo en los pasos del matrimonio de punteros, preguntó sobre el motivo de su tristeza, y el señor Veloz le contestó:

-¿Sabe qué pasa, señor Onofre? Sentimos la falta de Horacio. No es que no nos guste el nuevo puntero que marca las horas pero Horacio es nuestro hijo…

Y Cauby habló de la falta que hacía el amigo, pues la familia unida es siempre una alegría.

Enternecido, el señor Onofre decidió volver a montar el antiguo reloj, aunque no funcionara bien. Lo importante para él era la felicidad de todos. Recolocó las piezas en el viejo reloj de cuco y… se sorprendió al verificar que el puntero de las horas trabajaba feliz y con precisión.

Horacio, muy feliz con el regreso de su familia y del amigo Cauby, pasó a colaborar, marcando las horas, pues había aprendido una gran lección: “Cada uno tiene un papel importante dentro de la familia, incluso, en la gran familia universal y todos necesitan trabajar en conjunto”.

http://peloscaminhosdaevangelizacao.blogspot.com.es

Traducción: Claudia Bernardes

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CONFERENCIA: «LA PROPUESTA ESPÍRITA PARA LA EDUCACIÓN DE LA NUEVA GENERACIÓN «

Os informamos que el próximo viernes 6 DE JULIO DE 2012, A LAS 19: 30 HORAS, CLAUDIA WERDINE, coordinadora de la Comisión Europea para la educación infato-juvenil  estará en el CENTRO ESPÍRITA MENSAJEROS DE LA LUZ (CEMEL) impartiendo la conferencia:

«LA PROPUESTA ESPÍRITA PARA LA EDUCACIÓN DE LA NUEVA GENERACIÓN»

Os esperamos a todos.

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Finalización del Curso de preparación de trabajadores de infancia y juventud

Estimados amigos,

El pasado viernes dimos por finalizado el Curso de trabajadores para la infancia y juventud en el C.E.L.D.

Queremos agradecer de corazón a todos vuestra participación, alegría, entusiasmo, y,  sobre todo, el ambiente fraternal que hemos respirado estos días de trabajo y hermanamiento. Así mismo felicitamos a las coordinadoras del mismo, Claudia Werdine, Elaine Lettieri y Yolanda Duran, por trasmitirnos sus conocimientos, experiencias y hacer de las clases algo dinámico y divertido para todos.

Os recuerdo que este no es más que el principio y que pronto propondremos nuevos cursos y actividades conjuntas para seguir creciendo unidos.

MUCHAS GRACIAS queridos compañeros!!!

Os dejamos el vídeo titulado «O LIVRO DOS MÉDIUMS», que podéis ver subtitulado en castellano y que nos recomendó nuestra querida Claudia. Espero que os guste.

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